Estaba haciendo zapping en la tele, cuando vi en Tevé Ciudad al Dr. Javier Miranda en lo que era la casa de su infancia, relatando los recuerdos de él con su familia, incluyendo el día que se llevaron en cana a su padre, el Dr. Fernando Miranda, por lo que tengo entendido eximio civilista y profesor de la Facultad de Derecho a la cual asisto. Para los que no lo saben, el Dr. Fernando Miranda fue uno de los desaparecidos en la época de la dictadura uruguaya que se dio más o menos desde 1973 a 1985 en nuestro país.
Al Dr. Javier Miranda yo lo tuve de profesor de la materia Derecho Privado 3 en la cátedra del Dr. Andrés Mariño López. Creo que logro un consenso general al decir esto, como profesor, es lo más claro posible cuando se trata de transmitir conceptos.
Entonces verlo hablando por Tevé Ciudad, contando lo que le pasó, tanto su historia de vida, como sus sentimientos como hijo de un desaparecido (que por suerte se hallaron los restos), me resultó, no se si extraño, pero de alguna forma me llegó, me movió.
Digo esto por un motivo.
Los que tienen mi edad, o mas o menos mi edad, nacimos en plena democracia. Esto es, que hay mucha gente como mi caso, que los padres se mantuvieron a raya de lo que fue la dictadura, entonces de por sí ignoran muchas cosas que sucedieron en esa época. Están también de los otros veinteañeros o treintañeros, que sí vivieron más de cerca esa realidad porque les llegó más de cerca, porque algún pariente militaba o en sí capaz que no militaba pero la quedó de garrón.
En mi caso en particular, en mi familia no pasó nada –aparte agradezco a todas las divinidades que así sea-, pero porque nadie militaba, porque a ninguno le interesó la política, o porque eran o intentaban simplemente vivir la diaria. Esto a su vez hace que me encuentre en la más amplia gama de ignorancias sobre lo que pasó en esa época. Cito como ejemplo ilustrativo el que hace sólo dos meses me enteré quién era el “Goyo” Álvarez, y el papel que jugó en la dictadura.
Tengo una visión más o menos objetiva de los hechos, de cosas que me fueron contando –historias un poco bastante aterradoras-, cosas que he leído –como el libro de Alfonso Lessa “Estado de Guerra”, o el de la fuga de punta carretas (creo que de Huidobro)-, y anécdotas de mi abuelo paterno (mi abuelo materno era español, y la política de acá le interesaba poco y nada, laburó toda su vida, vivió lo más feliz que pudo, y mantuvo a su familia unida y la crió con los mejores valores habidos y por haber, es más, supe ser muy allegada a él, y se de buena fe que era el mejor amigo y aliado con el que se pudiera contar) (pero pésimo ajedrecista). Además, gracias a una monografía que tuve que hacer para Derechos Humanos, pude conocer, razonar y examinar los aspectos legales y jurisprudenciales del asunto (como por ejemplo, leer en su completitud el caso de Elena Quinteros).
Mi otro abuelo por lo general te da una perorata de 20 horas incomprensible con hechos totalmente remixados sobre la dictadura. Y mi viejo me lo desencripta (siii, Dios existe).
La versión de los hechos según mi viejo:
Él, cuando iba al liceo, mi abuelo lo llevó a conocer la Facultad de Ingeniería de la UdelaR. Según lo que recuerda, estaban todos “boyando” por los pasillos, no había clases porque faltaban los profesores, o el estudiantado hacía paros, etc. Téngase en cuenta que en esa época papá era liceal, y son recuerdos de cómo por lo menos 35 años atrás (vaya uno a saber qué es exactamente lo que vio). A su vez, como que las cosas eran un caos generalizado; entonces alguien tuvo la brillante idea de mandar a los militares y policías a poner las cosas en orden (léase con sarcasmo).
En fin, cuando llegó la dictadura, mi viejo entró en la susodicha facultad (no se exactamente si entró antes, después, o simultáneamente con la llegada de la dictadura).
Tenía profesores todos los días, se podía estudiar bien, etc.
Pero, en algún momento histórico dado, las cosas se descontrolaron, y los militares tomaron más poder del que debían o del que les habían dado –porque, seamos honestos, el poder se cede, no va alguien y lo toma así nomás-. Y ahí fue cuando volvió un caos pero de otro tipo, ya no era una anarquía aquello, sino que de un lado como del otro había fuerzas pujantes. Y ahí fue cuando comenzaron las atrocidades sórdidas –ya habría atrocidades, pero capaz que se notó menos-.
Y ese resumen de los hechos es lo que tengo más o menos por idea de lo que pasó. Aunque a lo largo de los años me he ido informando cada vez un poquito más.
Etiquetas: Cosas catárticas, Otroras de la facu, Pires propios
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